MARÍA COLOMER VIDAL (1895-1983) por Francisco Coloma Colomer y Mercedes Colomer Camilleri

 
MARÍA COLOMER VIDAL
(1895-1983)
 
 por
Francisco Coloma Colomer y Mercedes Colomer Camilleri
 

Nació en Canals el día 2 de abril del año 1895.
Como sólo se llevaba 11 meses con sus hermanas Joaquina y Herminia se les denominaba las tres gemelas. De hecho, durante la fase infantil el parecido entre las tres era extraordinario.

María Colomer Vidal a los 5 años (1900).

María Colomer Vidal a los 10 años (1905)

Estudió como el resto de las chicas en el colegio de Jesús-María de Valencia (entre 1905 y 1913) (ver Educación de los Hijos).
Durante la adolescencia se acentuó la diferencia física con las gemelas. Alcanzó una estatura ligeramente inferior, la expresión infantil angelical la tornó en pícara y las superó ampliamente en autoestima y poderío.
En su juventud esgrimió un carácter fuerte y discutidor que frecuentemente convertía cualquier reunión, familiar o no, en todo menos apática.

Montijo.
Modesto Porras Calderón era un industrial extremeño cuya actividad se centraba esencialmente en la elaboración de vino y aceite. Propietario de varias fincas, completaba sus negocios con la producción de cereal. Modesto estaba casado con Elisa Olmedo Ariz-Navarreta y tenía dos hijos, Isabel y Manuel.
Conocía desde tiempo atrás a Ramón Colomer Ferri debido a su actividad harinera.
En uno de los viajes que Ramón realizó a Montijo (Badajoz), valoró éste como acertadísima medida tratar con Modesto la posibilidad de casar a su hijo Manolo con su enérgica y encantadora María.
Manuel Porras Olmedo nació el 15 de enero de 1890, era una bellísima persona, educado, simpático, cariñoso y agradable, además de estas cualidades también era, esta vez como su padre, un extraordinario trabajador.

Boda de María Colomer Vidal con Manuel Porras Olmedo (1919)

Don Ramón Colomer Ferri no dudaba en pensar que su impetuosa hija María sería el complemento idóneo para este joven emprendedor, complaciente y rico heredero.
Convino con él en acudir a Canals para que se conociesen y así sucedió.
Manolo quedó prendado al instante, mientras que María, a pesar de agradarle el mozo claramente, entró en cólera esgrimiendo dos razones: una el no haber contado con ella y la otra, el horror que le producía el hecho de trasladarse a tierras tan lejanas.
El padre, ducho en transacciones, apeló al poderío de la familia del novio, estimulando la vanidad de la joven y pudo convencerla.
Casó María (24 años) con Manuel (29 años) en 1919.
Al llegar a Montijo se le cayó el alma a los pies, pues la gran mansión familiar no había sido remodelada en años ni adaptada a las comodidades ya existentes en la mayoría de los hogares burgueses pudientes del levante español.
Parece ser que la suegra no era amante de grandes gastos y desde un principio no hicieron buenas migas.
Baste un ejemplo: el cuarto de baño, en sí, no existía. Cuando un miembro de la familia necesitaba hacer sus necesidades, tenía que salir de la casa, atravesar el patio e ingresar en una pequeña edificación provista de una letrina.
Tampoco había sistema alguno de grifería. El agua, tanto de boca como para uso doméstico, se traía diariamente en cántaros.
La higiene personal se realizaba en la alcoba donde el servicio trasladaba una bañera portátil que llenaban con agua calentada en las cocinas.
Este sistema de vida nunca lo había conocido María; ya que, desde que era muy pequeña su padre había adaptado su vivienda a los nuevos adelantos.

María Colomer Vidal a los 24 años (1919)Hijos de María.

María Colomer Vidal tuvo cuatro hijos:
Elisa Porras Colomer (1920-1990).
María (Maruja) Porras Colomer (1921-2008).
Modesto Porras Colomer (1923-1925).
Ramón Porras Colomer (1925-1941).
José Porras Colomer (1930).

En la Extremadura de entonces estaba muy arraigado el deseo de que los primeros hijos fuesen varones. Se cuenta en la familia que la suegra de María quedó decepcionada con su nieta Elisa pero, al nacer Maruja se convirtió en un mar de lágrimas.
Parece que los hados acompañaron a María, pues su suegra murió a los pocos años de matrimonio. Su suegro aún vivió hasta 1934.
Lo primero que hizo fue convertir aquella ruina medieval en un auténtico palacio con la anuencia plácida de su enamorado Manolo.

María Colomer Vidal con su marido Manuel Porras Olmedo y sus cuatro hijos: Elisa, María, Ramón y José
(primeros años treinta del siglo XX)

Como no le convencía la enseñanza en colegio extremeño alguno, inscribió a sus dos hijas en uno portugués de mayor prestigio (las Esclavas de Villaviciosa). El inconveniente fue que el apellido Porras suponía en Portugal un vocablo malsonante, pero María no se arredró y tomando de nuevo las riendas apuntó a sus niñas con el apellido Colomer. También usó este apellido el matrimonio siempre que se trasladaron al país vecino para ver a sus hijas. En esto también fue complacida por Manolo.
A diferencia del resto de sus hermanos que quedaron en zona republicana y tuvieron que huir u ocultarse debido a su clara inclinación hacia los militares golpistas, María pasó la guerra en zona nacional, con lo que no tuvo que soportar penuria alguna.

María Colomer Vidal (izquierda) con hermanos, cuñados, sobrinos e hijos en el jardín de la casona de su hermano Bernardo, durante las vacaciones que pasó la familia Porras Colomer en Canals el año 1931.
Posguerra.
La desgracia llegó a la familia al finalizar la Guerra Civil. Su hijo Ramón contrajo una tuberculosis pulmonar. El matrimonio se volcó en el chico proporcionándole todas las atenciones del momento: cámara aislada, personal de enfermería particular y todos los medios médicos de que se disponía en la era preantibiótica.
Nada pudo hacerse y Ramón murió a los 16 años, apenas finalizada la contienda el año 1941.
Ramón era ya el segundo hijo varón que perdía María. Anteriormente (1925) había fallecido otro vástago (Modesto) de meningitis a los dos años de edad. Esto provocó en ella un instinto hiperprotector hacia el pequeño Pepe que, según expresión del interesado, fue convertido prácticamente en un niño burbuja, con profesores particulares que acudían a su casa, la cual abandonaba únicamente para examinarse en el instituto.
A principio de los años cuarenta, una vez finalizada la etapa colegial de sus hijas, María Colomer Vidal convenció de nuevo a su marido para que trasladasen definitivamente su residencia a Badajoz, debido a la ventaja que aportaba la capital a la hora de colocar a las niñas realizando un provechoso casamiento.
Manolo, siempre encantado con los caprichos de María, repartió los bienes familiares con su hermana y siguió a su generala.
A partir de esta época, nace la denominación por parte de su familia valenciana de: “la tía María de Badajoz”.
Su hija Elisa casó con un militar de carrera (Felipe Rivera de Alvarado) y su hija Maruja con un terrateniente (Fernando Bigeriego González).
Por su parte, el benjamín de la familia, Pepe, terminado su bachiller y tras un intento baldío de completar sus estudios en el Instituto Químico de Sarriá, se dedicó, como su padre, a administrar sus tierras. Casó con Charo Ayala (enfermera titulada).

Nietos.
María Colomer Vidal tuvo 9 nietos.

Los cinco hijos de Elisa Porras Colomer:
Ramón Rivera Porras.
Felipe Rivera Porras.
Manuel Rivera Porras.
José María Rivera Porras.
María Fátima Rivera Porras.

Los dos hijos de María (Maruja) Porras Colomer:
María José Bigeriego Porras.
Fernando Bigeriego Porras.

Las dos hijas de José (Pepe) Porras Colomer:
Eva Porras Ayala.
Beatriz Porras Ayala.Últimos años.

María Colomer Vidal con su esposo Manuel Porras Olomedo (1964)

Tras la guerra, María apenas tuvo contacto directo con los miembros de su familia Colomer y, aún en menor medida, con su pueblo natal, Canals.
Manolo Porras Olmedo murió el 30 de mayo de 1972.
María aún le sobrevivió once años.
Según narración de su nuera Charo Ayala, los recuerdos de esta época definen a María como una mujer encantadora, con un especial gracejo debido a sus ligeros despistes y discreta ingenuidad, adorable con sus nietos y con sensación de haberse despojado de arcaicas ataduras; eso sí, manteniendo siempre su carácter.
Parece que en sus últimos años acentuó su hipocondría, rasgo inherente a la familia Colomer, que en ella destacaba con luz propia. Hasta obligaba a una sirvienta a permanecer de pie junto a la bañera por miedo a ahogarse.
Murió el 20 de marzo del año 1983, a punto de cumplir los 88 años de edad, en su tierra de adopción.

María Colomer Vidal






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