MARÍA COLOMER MAISONNAVE (1918-1986) por Francisco Coloma Colomer e Isabel Saiz Giorgeta.

 
MARÍA COLOMER MAISONNAVE
 (1918-1986)
por
Francisco Coloma Colomer
 
María Colomer Maisonnave

PRIMERA INFANCIA.
Hija de Ramón Colomer Vidal (1885–1975) y Fanny Maisonnave de la Cuadra (1890–1926).
Su padre era oriundo de Aielo de Malferit, en Canals desde los dos años, y primogénito de Ramón Colomer Ferri (1861–1925) y Clara Vidal Mompó (1865-1933).
Su madre era de Valencia e hija única de Francisco Maisonnave Cutayar (1850–1925) y Clara de la Cuadra Raoul (1840–1930) (ver biografías de Ramón Colomer Ferri y Ramón Colomer Vidal en blogcoloma).
Nació el 12 de mayo de 1918 en Almansa (Albacete), donde residía el matrimonio con sus, hasta entonces, dos hijos: Ramón de seis años y Andrés de cuatro.
Su padre dirigía la Fábrica de Alcoholes Hermanos Colomer Vidal, sita en dicha localidad.
Cuando tenía tres años nació su tercer hermano, José Luis.
Vivió en Almansa hasta 1926, año en que murió su madre Fanny, estando embarazada por quinta vez. El diagnóstico fue de anemia grave de origen desconocido.
Tras este acontecimiento luctuoso su padre trasladó, a sus cuatro hijos, a Canals (Valencia), poniéndolos bajo la tutela de la abuela paterna Clara Vidal Mompó, que ya había tomado el control de los dos hermanos mayores, desde que empezaron su escolarización en Valencia, cinco años antes.
El núcleo familiar residió, a partir de entonces, en la gran mansión de los Colomer, construida por su abuelo, iniciador de la saga industrial, Ramón Colomer Ferri .

CANALS: LA CASA GRANDE, LA FÁBRICA Y EL HUERTO. Este edificio estaba situado, aún hoy día lo está, en la calle de San Cayetano nº 5. Se trataba de una gran finca de tres plantas. La planta baja se iniciaba con un amplio atrio que comunicaba, a ambos lados, con dos grandes salas (una de ellas con dormitorio anejo) y la espléndida escalera que enlazaba con los pisos superiores. Una puerta lateral llevaba a la bodega, que ocupaba todo el sótano de la casa. Al fondo, tras el cuarto de plancha, había dos enormes puertas que daban paso al recoleto patio del pozo y a un pequeño jardín, rematado por un mirador que dominaba el río. También, el fondo del atrio comunicaba con un extenso comedor rectangular, presidido por una gran chimenea. Por último, siguiendo un pasillo lateral, se accedía a las cocinas, aseos, leñero y un postigo daba acceso al lavadero, techado, a nivel del río. La planta principal estaba ocupada por cinco suntuosas suites unidas, por un largo pasillo, al enorme cuarto de baño. Finalmente, la planta superior contenía las habitaciones del servicio, diversas cámaras y un gran patio porticado que limitaba lateralmente el jardín (ver biografía de Ramón Colomer Ferri en blogcoloma).
Era, además, en L’Alcúdia de Crespins donde estaba el gran negocio familiar, la Fábrica de Harinas, situado justo al lado de la vía del tren. Ocupaba, este complejo industrial, una inmensa extensión de terreno, incluyendo, en el mismo, el famoso Huerto, una espléndida granja con frutales y aves de corral, con su gran superficie ajardinada al estilo versallesco, rodeada por un sinuoso lago, con isleta central destinada a dormitorio de varias especies de ánades y surcado por peces de colores. Este Huerto se convirtió, durante todo el siglo XX, en lugar de esparcimiento, indiscutible e inigualable, de cuatro generaciones de la familia, hasta su desastrosa venta y posterior destrucción, a favor de la especulación inmobiliaria (ver biografía de Ramón Colomer Ferri en blogcoloma).

FASE ESCOLAR.
Debido a la escolarización de los dos hermanos mayores, en el colegio de los Jesuitas de Valencia, la abuela alquiló, el año 1921, el piso superior del que ya disponía en el actual Paseo de Ruzafa nº 7, esquina con la calle de Martínez Cubells.
A los ocho años (1926) comenzó, también, la fase escolar de María, en el Colegio del Sagrado Corazón de Godella (Valencia), en régimen de media pensión. Durante esta etapa, los veranos y días festivos, se trasladaba a Canals y, aunque residía en la casa familiar, asistida por sus tías Clara y Joaquina (hermanas solteras de su padre), pasaba la mayor parte del tiempo con sus primas, que vivían en otra gran mansión contigua a la suya.
Esta otra construcción, también de considerables dimensiones, correspondía al nº 3 de la, anteriormente citada, calle de San Cayetano y pertenecía a Bernardo Colomer Vidal (hermano de su padre Ramón) en la que vivía junto a su esposa Mercedes Camilleri Ramón y sus cuatro hijos: Mercedes, Carmen, Pepe y Teresa. Estas primas, aunque más pequeñas que María, fueron durante toda su vida como sus propias hermanas y, como ella, también estudiaron en el mismo colegio.
Cuando cumplió 12 años (1930) pasó, en Godella, a régimen de internado, debido a la dificultad que suponía el transporte diario desde Valencia hasta Godella.
Sólo salían del colegio en fiestas muy determinadas y durante las vacaciones estivales, a pesar de lo cual, siempre recordó esta fase de su vida con mucho cariño.
Tenía visitas periódicas, los jueves y los domingos, de su abuela Clara, hasta que murió en el año 1935, siendo entonces sustituida por su tía abuela (hermana de Clara) Amparo Vidal.
Recuerda que uno de los mayores trastornos que padeció durante estos años derivaba de las visitas esporádicas de su padre, suponían éstas, pasar el día entero con él, existiendo una total carencia de comunicación entre ambos, que provenía de su estado de viudo temprano, con un desconocimiento completo de las preocupaciones de una adolescente de aquella época. Precisamente, a instancias de su padre, que era totalmente opuesto a los cambios sociales que se estaban produciendo en España, sólo estudió cultura general, con todos los complementos domésticos necesarios, por aquel entonces, para la formación idónea de una señorita de buena familia.

LA GUERRA CIVIL.
Terminó sus estudios en el mes de junio del año 1936 (un mes antes del comienzo de la Guerra Civil Española).
El comienzo de la guerra sorprendió a toda la familia en Canals (ver biografías de Ramón, Clara, Bernardo, Joaquina y Ricardo Colomer Vidal en blogcoloma). Debido al carácter católico, conservador, industrial y terrateniente del clan, todos sus miembros estaban en el punto de mira del terror, provocado por las bandas descontroladas que actuaron, libre e impunemente, durante los primeros meses de la contienda, sobre todo en los pueblos, dedicándose a asesinar a todo cacique o capataz que cayó en sus manos.
Junto con sus primos Colomer-Camilleri, salieron en plena noche hacia Valencia y se alojaron en una casa alquilada en la calle Castellón. Fue en esta casa donde sufrieron el primer registro, aunque sin consecuencias.
Gracias a las gestiones realizadas por la novia de su hermano Ramón, pudieron alquilar una nueva vivienda en la calle Martí nº 13.
Vivió en esta casa hasta el final de la guerra, momento en el que pudieron regresar.
Durante el tiempo que duró la contienda, cambiaron su apellido Colomer por el de Coloma (familia industrial almanseña de tradición republicana, a la que, por azares de la vida, se uniría, María, en el futuro), de este modo pudieron reducir el riesgo de ser reconocidos por algún vecino de Canals que se acercara a la capital.
La mansión familiar de Canals se mantuvo sin grandes desperfectos, gracias a su utilización como casino, usándose, a este menester, la planta baja, mientras que las habitaciones de los pisos superiores se salvaron, por residir en ellos los gestores del susodicho casino que eran, por cierto, antiguos amigos de la familia. JUVENTUD EN ALMANSA.
En 1940 se abre de nuevo la fábrica de alcoholes de Almansa (cerrada durante la guerra). Allí se trasladó a vivir Maria, acompañada de su prima Mercedes, para ayudar y asistir a su padre. Según testimonio de Mercedes residieron en auténtico régimen monacal, debido a la penuria del país durante la posguerra inmediata, asociada a la austeridad dictada por Don Ramón.
Esta etapa se prolongó diez años, hasta 1950, viviendo también con ellos Andrés, hermano mayor de Maria, hasta que casó con Belén Sendra.
En la fase almanseña conoció a Paco Coloma García (su futuro marido) y miembro de la familia anteriormente citada. Desde el año 1941 hasta el 1946 no tuvieron relación directa alguna, ya que existía un pasado cercano, sobre la familia Coloma (republicano, masón y anticlerical), que la hacía peligrosa en aquel inicio feroz del franquismo.
A pesar de estas trabas llegó el noviazgo, que se prolongó cuatro años.
Paco era médico de la Compañía Transmediterránea. El régimen particular de la marina mercante se caracteriza por permanecer embarcado dos meses y librar, a continuación, uno entero.
Estos meses de libranza son los que empleaba en visitar a su novia, tanto en Almansa como, durante los veranos, en Canals.

MATRIMONIO.
Se casaron el día 13 de abril del año 1950, en la Basílica de la Virgen de los Desamparados de Valencia, celebrándose el ágape en los Jardines de Viveros. La pareja residió, a partir de entonces, en el séptimo piso de la finca número 7 (hoy 13), recientemente construida, de la avenida de Navarro Reverter.
Esta casa la compró Don Ramón, pocos meses antes de la boda, a su hermano Ricardo, cediéndosela a María posteriormente. El espacioso apartamento, de 220 metros cuadrados, ocupaba toda la séptima planta del edificio y contaba con cinco dormitorios, salón, sala de estar, despacho, dos baños y una amplia cocina con galería y lavadero exterior. Dominaba tanto la avenida antedicha, desde su gran balconada delantera, como el cauce del río por la trasera, ya que sólo impedía la visión, por entonces, el edificio del Gobierno Militar, estando el resto exento.
Comienza esta nueva etapa con 32 años recién cumplidos.
Tuvo su primer hijo (Paco) el día 15 de octubre del año 1951 a las 21 horas. Su segundo parto fue una niña (Luz) el mismo día y mes del año siguiente (1952) y también a las 21 horas.
El tercer hijo (Adolfo) nació de nuevo a las 21 horas del día 1 de noviembre del año 1955. Todos fueron gestaciones y partos normales, producidos en el domicilio familiar. Tuvo, cuatro años después (1959), un cuarto embarazo, éste malogrado por tratarse de un feto anencéfalo, se trató de un parto a término, atendido hospitalariamente por el Profesor Galbis Pascual; padeció una gestación tormentosa, con auténtico agotamiento físico y psíquico, posible inicio de su cardiopatía posterior.

LOS AÑOS CINCUENTA: PERMANENTE LUNA DE MIEL.
Los primeros doce años de casada transcurrieron sujetos al empleo atípico de su marido.
El itinerario que realizaba el barco (primero el Dómine y posteriormente el Isla de Tenerife) comenzaba en la Península (usando como bases, además del puerto de Valencia, principalmente los de Cádiz, Vigo, Gijón y Bilbao) continuando por las Islas Canarias y la Guinea Española. De acuerdo con esto, durante las fases de navegación, María vivía en Canals, en el número 2 de la plaza del Pont del Riu (actualmente avenida del novelista Blasco Ibáñez). Era ésta una finca esquinera construida por su padre (ver biografía de Ramón Colomer Vidal en blogcoloma). La planta baja fue utilizada como vivienda para su hermano Ramón, que residía permanentemente en el pueblo y trabajaba con él. Aneja a la misma, había un gran huerto con árboles frutales, granja de aves de corral y una zona cocheras, ocupando toda la manzana hasta el inicio de la Avenida.
La planta superior estaba dividida en dos pequeños apartamentos, que sirvieron, durante aquella época, de morada estacional, una para María y la otra para su hermano Andrés, que vivía en Almansa trabajando en la otra fábrica familiar.
La parte correspondiente a María contaba con tres amplios dormitorios, salón, un baño, cocina y una pequeña terraza que daba, por un lado, a la calle y por el otro al huerto antedicho.
En Canals residían, por aquel entonces, además de su hermano Ramón, con su mujer Encarnación Sendra y sus seis hijos (Teresa, Fanny, Ramón, Pilar, Clara y María José), su padre Ramón, que compartía con sus hermanos Clara, Joaquina y Ricardo la mansión familiar y por último sus primas Mercedes, Carmen y Teresa que residían con su madre Mercedes en la mansión contigua.
En este ambiente familiar, con sus tías y primas pendientes de ella y de sus hijos, María se sentía francamente dichosa. Paseos por la Avenida hasta el Huerto, excursiones a Mangay (finca de naranjos de sus primas) y estancias esporádicas en La Parrilla (finca que compró su abuelo Ramón Colomer Ferri, el año 1902, y lugar de veraneo de la familia Colomer), representaron, en la década de los 50, a pesar de la escasez de recursos que padecía el país, una vida generosa. Los veranos de esta década los pasaba en la finca que, los Coloma, tenían en el término de Almansa, a siete kilómetros del pueblo (Casa de Ossa). Este lugar era la pasión de su marido. La relación con sus cuñadas: Luz, Antonia y Marisa Coloma, así como, Piedad Sendra, esposa de Ernesto Coloma, fue siempre excelente y relajada. Pero, tanto ella como sus cuñadas, tuvieron que soportar el auténtico régimen dictatorial que impuso permanentemente su suegra, Luz García Belmonte, viuda de Ernesto Coloma Martínez, desde el año 1938 y acostumbrada a dirigir su casa como si de un cuartel se tratase. Su prima Mercedes vivió, prácticamente, con ella durante esta década, tanto en Valencia como en Canals. Gracias a esto pudo realizar constantes escapadas, acudiendo junto a su marido, cuando el barco realizaba las escalas peninsulares, incluso embarcándose con él y realizando dichas escalas. Cuando esto sucedía, su prima Mercedes se quedaba a cargo de los hijos, ya que estos siempre la quisieron como a una segunda madre. Tanto el carácter inhibido, como la educación, típica de la alta burguesía, recibida por María, fueron contrarrestados por la desinhibición y franqueza de Paco, por lo que de aquí nació una relación magnífica y envidiable que perduraría hasta el resto de sus vidas.

DÉCADA DE LOS SESENTA: PACO DEJA LA MARINA.
El otoño del año 1960 marca el inicio de una nueva etapa en su vida, ya que comienza el período de escolarización de sus hijos y con ello la residencia permanente en Valencia.
Su hijo Paco (de nueve años) fue inscrito en el colegio de La Salle, ubicado en Paterna, en régimen de media pensión; a su hija Luz (de ocho años) la llevó al mismo colegio en el que ella se había educado (Sagrado Corazón de Godella), también en media pensión y, por último, su hijo Adolfo (de cinco años) inició su educación escolar en un jardín de infancia, inaugurado ese mismo año, llamado Mater, en régimen externo. Dos años después (1962) su marido dejó definitivamente la marina. Aunque lo ideal, para él, hubiera sido aceptar el puesto de médico general, en tierra, que le ofrecía la misma empresa e iniciar, al mismo tiempo, la creación de una clínica particular, decidió no perder poder adquisitivo y aceptar el cargo de inspector de la zona de Levante, Murcia, Albacete y Baleares del Instituto Farmacológico Latino, con sede central en Valencia.
Este nuevo empleo le permitió, a pesar de realizar gran cantidad de desplazamientos, la mayoría cortos, permanecer, prácticamente a diario, en el domicilio familiar.
Comenzó así otra etapa de cambios.
Mercedes se fue a vivir con Teresa y su madre a casa de su otra hermana, Carmen, recién casada.
Los hijos iniciaron el contacto directo y permanente con el padre, ya que, hasta este momento, habían convivido con él, sólo durante etapas muy cortas.
También se produjeron variaciones en la escolarización. Como el hijo menor tenía que dejar el jardín de infancia, se decidió que los dos varones fuesen, en régimen externo, al colegio de los Hermanos Maristas, próximo a casa, evitando así el desplazamiento en autobús y su ausencia a la hora de comer. Sólo su hija Luz se mantuvo en el colegio de Godella, el motivo fue puramente sentimental, debido al gran cariño y admiración que María profesaba por el mismo.
A pesar de todas estas novedades no se produjo desbarajuste familiar alguno, excepto los lógicos escarceos provocados por los hijos en edad adolescente. La relación de la pareja siguió siendo excelente. Durante esta década de los 60 los cambios materiales fueron, así mismo, muy significativos, ya que se empezaba a salir de la gran depresión que produjo la Guerra Civil en las dos décadas anteriores.
Desaparecieron la nevera de hielo, el fregadero con las palanganas de almidón y azulete y la cocina de leña.
Las dos chicas de servicio internas, que había tenido desde su boda, pasaron, primero, a una interna y, posteriormente, a una externa.
Se compró un televisor que causó una auténtica conmoción, dentro y fuera de la casa, ya que, al ser el primero de la familia, provocó una oleada de visitas para ver su programación (única y en blanco y negro), cual si de una sala de cine se tratara.
También llegó el coche, un Citroen Dos Caballos, en el que todos se balanceaban; su marido Paco se aficionó, de tal manera, a esta marca y tipo que, todos los que tuvo el resto de su vida, fueron Dos Caballos o Diane-6.
Por último compraron un apartamento en la playa de El Perellonet, aprovechando la construcción de un pequeño bloque de seis viviendas, que había iniciado un antiguo amigo suyo en la calle Las Dunas número 9.
Este apartamento fue, durante esta década, el destino habitual de la familia durante los fines de semana y las vacaciones estivales, ya que, a la Casa de Ossa, se comenzó a acudir en períodos, cada vez, más cortos de tiempo.

UNIVERSIDAD Y MATRIMONIO DE LOS HIJOS.
Los años 70 coinciden con la etapa universitaria de sus hijos (Luz Historia, Paco y Adolfo Medicina). Son los últimos años de la dictadura y existe evidente rechazo, de la nueva generación, a todo lo que se parezca al régimen padecido (autoridad, disciplina, ejército y religión). Las discusiones familiares son frecuentes y turbulentas, pero en ellas aparece siempre María, con su halo de tolerancia y mesura, moderando la situación, aunque denotando tensión y cansancio.
Precisamente fue, en el año 1970, cuando tuvo su primer edema pulmonar, fruto de la miocardiopatía que, 15 años después, le llevó a la muerte. Este episodio marcó los años siguientes, ya que le obligaron a cambiar radicalmente sus actividades cotidianas anteriores.
Se le descubre ahora como una escuchadora excepcional. Cada miembro de la familia acude a ella para contarle sus bondades o sus problemas, quedando, uno por uno encantado con la sesión. Esta excepcional faceta la mantendrá intacta hasta el final de sus días .
El primer lustro de los años 70 trajo, importantes hechos funestos. Desaparece la mayor parte de su generación anterior, ya que mueren los hermanos de su padre: Ricardo, Herminia, Clara y Joaquina. Estas dos últimas vivieron, siempre, solteras en Canals y, durante toda la vida de María, realizaron el papel sustitutorio de la madre desaparecida, primero colaborando con la abuela Clara y, desde el año 1935, asumiendo directamente dicho rol, claramente bicéfalo, por su carácter dispar, aunque complementario. Finalmente murió su propio padre el año 1975. Estos hechos constituyeron, para ella, el consiguiente desarraigo, prácticamente total, con Canals.
Por el contrario, comenzó el segundo lustro con acontecimientos que le llenaron de regocijo, empezando por sus Bodas de Plata, que conmemoró realizando un deseado viaje por Italia con Paco.
Casaron sus hijos: Luz (1975) con Federico Gomis Bernal y Paco (1977) con Isabel Saiz Giorgeta y, a partir del año 1978 comenzaron a emerger los nietos, encabezados por la primera hija de Luz: María Gomis Coloma y seguida por sus hermanos: Ana, Juan, Jaime y Jorge; así como: Paco y Javier Coloma Saiz (hijos de Paco). La última que conoció fue a Clara Gomis Coloma, y terminó sus días cuatro meses antes de nacer Adolfo Coloma Medina (hijo de Adolfo, el menor de sus vástagos, que había casado con Consuelo Medina Chuliá en el año 1985). Así mismo, quedó sin conocer al resto de hijos que aún tuvo Luz (Teresa, Isabel, Tomás, David y Federico).
Entra en su última década con 56 años y relativa debilidad física.
En casa sólo queda un hijo (Adolfo).
Al disminuir drásticamente las tareas domésticas, la relación con sus primas: Mercedes, Carmen y Teresa, se hace mucho más frecuente e intensa, tanto saliendo juntas en Valencia, como visitando asiduamente la finca de Mangay, que le encanta a Paco y donde Pepe Aparicio (marido de Carmen) se convierte en un magnífico anfitrión. Con ellos, María se siente entrañablemente contenta.
La nota negativa la pone su suegra Luz, que, al cumplir los 80 años, se dedica a exigir la atención constante de sus hijos, como paga a los desvelos realizados por ella, que, en calidad de viuda joven, había logrado sacar a flote a sus siete retoños.
Esto obliga a María a acudir con su marido, casi todas las tardes, a visitarla y, prácticamente todos los domingos, a comer con ella y sus cuñados en el chalet que, Marisa Coloma (hermana de Paco), tenía en el pueblo de Chiva.

ÚLTIMOS AÑOS.
Los años 80 acentúan su debilidad física. Son cada vez más frecuentes los edemas pulmonares, que la obligan a hospitalizarse durante varios días, tras cada crisis.
Sus paseos son también más cortos y lentos.
A pesar de esto, nunca manifiesta su agotamiento cuando la visitan sus hijos y sus nietos, al contrario, se entrega gratamente a ellos.
La Navidad del año 1985 se celebró con toda la familia Coloma Colomer en pleno, en la casa de María, como venía realizándose desde que comenzaron a nacer los nietos.
Nadie intuyó que sería la última vez que se reunirían con los patriarcas.
La mañana del 27 de enero del año 1986 despertó María con una de sus, ya frecuentes, crisis cardíacas. Tras comunicárselo a su marido, se dirigió, con relativa tranquilidad, al cuarto de baño para acicalarse (genio y figura), antes de acudir al hospital. Justo al finalizar dicha tarea cayó fulminada en los brazos de Paco.
Murió a los 67 años, con la elegancia y discreción que siempre la caracterizaron en vida.
Valga este testimonio como homenaje a una gran mujer.

3 comentarios:

Ximo Pérez dijo...

Coloma, m'agradaría publicar l'article MARÍA COLOMER MAISONNAVE en coneixercanals.com pero necesite el teu permis per a fer-ho.

Gracies
Ximo Pérez
administrador de coneixercanals.com

Unknown dijo...

molt emotiu!...magradat molt encara que no la coneixia de res i estic en la provincia de castelló.... una abraáda a tots!!!

José Luis Colomer Martín-Calero dijo...

¡Mi queridísima tía Mari! Cuántos años y cuántos recuerdos y todos buenos de la tía Mari, siempre sonriente, siempre dulce, cariñosa, delicada, elegante, exquisita. Me acogió con enorme cariño en su casa del Perellonet varias veces, y nunca olvidaré esos días felices con mis queridos y admiradísimos primos y el único, entrañable e incomparable tío Paco.
Nos visitaban casi todos los veranos en la finca de Valladolid. Allí recuerdo a la tía Mari paseando por las mañanas en una bata larga elegantísima, mientras fumaba un cigarro mentolado, antes de sentarse a charlar con mi madre en el porche, y al tío Paco con herramientas en la mano dispuesto a todo tipo de arreglos e instalaciones mientras silbaba y se reía a carcajadas sin más motivo que su cariño y su contento natural.

Muchas gracias Paco, por este blog, que me tiene fascinado con la tía Mercedes, la tía Clara y tantos Colomer.
Un abrazo muy fuerte